China ha conseguido lo que parecía imposible: alimentar de energía solar y eólica el lugar más oscuro y frío del mundo

China ha conseguido lo que parecía imposible: alimentar de energía solar y eólica el lugar más oscuro y frío del mundo

En un lugar donde las noches duran seis meses, las rachas de viento pueden alcanzar los 300 km/h y las temperaturas se desploman por debajo de los −40 °C, la idea de usar energía solar y eólica suena a chiste. Desde hace unos meses, sin embargo, China está alimentando su base de la Antártida con energía renovable. ¿Cómo demonios lo han hecho?

En corto. Hace cinco años, el ingeniero eléctrico Sun Hongbin, hoy presidente de la Universidad Tecnológica de Taiyuan, recibió lo que parecía una misión imposible: construir un sistema de energía renovable capaz de soportar las condiciones más extremas de la Tierra.

Según ha contado a Scientific American, el objetivo era alinear la nueva estación antártica Qinling con los compromisos verdes del gobierno chino. El resultado costó 14 millones de dólares, se inauguró oficialmente a principios de 2025 y es una proeza tecnológica que ahora otros países con bases en la Antártida quieren imitar.

La pesadilla logística del diésel. Las estaciones de la Antártida funcionan casi exclusivamente con generadores diésel, pero esta dependencia tiene un coste altísimo. No solo porque el diésel es caro, sino porque transportarlo es una pesadilla logística que requiere movilizar rompehielos y personal militar para cada viaje de reabastecimiento, que suele ser anual.

Además, el riesgo medioambiental es enorme. Los derrames son frecuentes y, en un ecosistema tan frágil, donde las bajas temperaturas ralentizan la descomposición, cualquier vertido es una catástrofe. Por no hablar de las emisiones de la propia combustión.

Las renovables no aguantaban. El problema de los sistemas renovables convencionales es que no funcionan en la Antártida. El frío extremo hace que las palas de los aerogeneradores se vuelvan quebradizas, el rendimiento de las placas solares caiga en picado y las baterías de litio dejen de funcionar. Y eso sin contar con la noche polar: seis meses sin ver la luz del sol.

Dispuesto a superar estos obstáculos, Sun Hongbin no se anduvo con chiquitas. Su equipo levantó un laboratorio de 2.000 metros cuadrados en la Universidad Tecnológica de Taiyuan que, básicamente, era un trozo de la Antártida en China. Para poner al límite cada componente, simularon temperaturas gélidas, vientos de más de 200 km/h y ventiscas artificiales.

Cómo demonios lo hicieron. Tras cuatro años de pruebas, el equipo dio con un sistema robusto que combina energía eólica, energía solar, baterías y, la clave de todo, hidrógeno. Los aerogeneradores tienen un diseño vertical que recuerda a una batidora de huevos, lo que reduce la tensión estructural y baja el centro de gravedad para que no se las lleve el viento.

Los paneles solares van montados sobre un marco especial hecho de plástico reforzado con fibra de carbono. Este material tiene una conductividad térmica más baja que el aluminio, por lo que no se deforma tan fácilmente con los cambios bruscos de temperatura.

En cuanto a las baterías, en lugar de las típicas de iones de litio, usaron litio-titanato. Su química interna facilita el movimiento de los iones a temperaturas bajo cero. Además, las metieron en una carcasa térmica que aprovecha su propio calor residual para mantenerse a una temperatura óptima.

La guinda del pastel. Durante el verano polar, cuando hay sol y viento de sobra, la energía se usa para alimentar un electrolizador que separa el agua en oxígeno e hidrógeno. El hidrógeno se almacena en tanques de alta presión. Cuando llega el invierno y las otras fuentes flaquean, el hidrógeno se recombina con oxígeno en una pila de combustible para generar electricidad.

¿El único residuo? Agua y calor, que se reciclan para calentar el propio sistema. Según los responsables del proyecto, la base puede funcionar durante unas 48 horas solo con la energía almacenada en forma de hidrógeno.

El camino a seguir. El sistema integrado de viento, sol, hidrógeno y baterías tiene una capacidad total de unos 230 kW, lo que supone el 60% de la generación total de Qinling. El 40% restante sigue dependiendo del diésel como respaldo, pero el ahorro es gigantesco, por lo que ha recibido elogios de la comunidad científica internacional.

Se trata del «primer sistema de energía limpia a gran escala del mundo capaz de funcionar todo el año en un entorno polar». Y ya hay otros países investigando cómo adoptarlo, mientras China mantiene su objetivo de llegar al 100% de energía renovable para prescindir del diésel.

Imagen | CCTV

En Xataka | Un científico español en el lugar más inhóspito de la Tierra: así es el día a día en la Antártida


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China ha conseguido lo que parecía imposible: alimentar de energía solar y eólica el lugar más oscuro y frío del mundo

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Matías S. Zavia

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